Crónica de una Muerte Anunciada
por Gabriel García Márquez.
Había planeado leer un libro nuevo y turnarlo con alguno que ya hubiera leído, así que después del desconcierto de Liquidación, quise escoger uno conocido que me quitara esa sensación en poco tiempo y Crónicas de una Muerte Anunciada fue lo primero que vino a mi mente como opción.
Cabe destacar, como lo mencioné en otra oportunidad, que este es uno de mis libros favoritos y esta sería la tercera o cuarta vez que lo leo y, a pesar de eso, cada repetición la percibo como si fuera mi primer encuentro con este libro.
Como el título mismo te indica, se empieza con el final, a quién matarán (Santiago Nassar), quiénes lo harán y el supuesto motivo. Conforme avanza la historia también puedes saber que papel jugó cada personaje el día del asesinato, lo que pudo haber hecho y lo que no debió hacer, logrando que entres en un mundo de casualidades e infortunios que de haber sido modificados, hubiera causado un final diferente; sin embargo, el destino forzó cada acontecimiento y se plantó inamovible de tal forma que confirma el hecho de que cuando a uno le llega su hora, nada puede evitarlo.
Y aún así, con todos esos continuos soplos del desenlace, no quedarse enganchada es imposible, porque conforme lees no puedes creer las incontables maneras en que se pudo evitar el suceso. Aún cuesta creer que nadie de los conocedores de su próximo final -los cuáles eran bastantes- fuera capaz de anunciarle a Santiago que había quienes deseaban acabar con su vida y, para mala suerte, quienes sí quisieron avisarle, se enteraron de ello demasiado tarde.
Aunque cabe destacar que al menos el protagonista sí llegó a conocer lo que le iba a pasar en sus últimos minutos, lamentablemente no le alcanzó vida para entender el motivo, siendo este tan poco creíble, pero el único en la lista que es hasta penoso saber que posiblemente muriera para pagar una venganza que no le correspondía.
Conociendo su muerte, su autopsia y la vida de los implicados mucho después del hecho, me asombra la adrenalina que me acorralaba conforme me acercaba al final, a ese final que en realidad fue el inicio de todo.
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