Rabia
por Stephen King.
Tardíamente retomé
la lectura este año y quise empezar esta etapa con uno de los muchos libros que
tengo pendientes en mi archivo de pdf, en vez de los que tengo en físico. Debido
a que el último que leí formaba parte de la colección de “The Bachman Books”,
opté por proseguir esa saga desde el inicio, aunque el orden no altere las
cuatro historias inconexas.
Así llegué a Rabia,
un libro cuya premisa es: Charles es un adolescente que tras una charla con su
director de escuela sobre un incidente anterior con su profesor, donde fue él quien
lo agredió, decide por impulso tomar su salón de clases y disparar a su
profesora. Siendo la historia transcurrida durante ese suceso, pero contada
como un recuerdo.
Cuando se piensa en
una historia ambientada en un tiroteo, las escenas que vienen a uno son de
disparos, amenazas, violencia y temor, así que toma por sorpresa el encontrarme
—luego de unos disparos y muertes iniciales que suceden de manera fugaz— con unos rehenes que no toman el
papel de rehenes y un agresor que desconoce su propio actuar, pero tiene en
claro que no va a herir a sus compañeros.
Y mientras él está
pasando ese enclaustramiento, intercambiando palabras combinadas con relatos de
su vida, uno no entiende si se trata de mostrar que Charles sigue siendo un
adolescente desorientado o que todos en esa aula conforme crecen se van
deshumanizando, al olvidarse de la existencia de un cadáver en la estancia, haciéndome preguntar si realmente Charles es el único
que está mal de la cabeza o los demás también lo están.
Pero tenemos a un
personaje, Ted, que reacciona y actúa como se espera que lo haga alguien
encerrado en contra de su voluntad, alguien consciente de que hay una persona poco confiable con un arma cargada que fue capaz de usarla sin inmutarse.
Alguien que es orillado y expuesto a mostrar aquello que prefería ocultar,
haciendo ver que su persona no era tan intachable, negándose a formar parte de
la mecánica de los demás hasta el final.
También uno se
pregunta si todo eso se pudo evitar, si llegar a ese extremo se pudo prever. Porque
si bien, luego del primer incidente, se tomaron medidas, la escuela tomó un
papel de autoprotección y de simple seguimiento de pasos de manual al actuar.
Una suspensión, un análisis y reintegración; sin embargo, Charles da a entender
que esos procesos velaban la reputación de la institución, mas no existía un
sincero interés en él y si a eso le agregas la muestra de humillación previa al
ataque que probablemente era pan de cada día, aparte de la relación nada sana
con sus padres que desistían de interesarse en lo que le sucedía. Dejaba abierta la posibilidad de que todo era cuestión de tiempo para que la bomba
estallara, que la indiferencia constante acompañada de un chico con problemas
mentales estaba pidiendo a gritos un desastre.
Por último,
volviendo a Ted, me queda la curiosidad de saber si lo narrado por Charles,
especialmente lo sucedido tras bajar las cortinas, sucedió tal y como dijo, si
los demás hicieron alguna otra cosa, si el colapso de Ted se debió a su propia
mente agotada junto con la humillación o si su mente explotó por cierto suceso
desconocido. Me pregunto si las manos de tinta eran un recuerdo literal o una
metáfora formada por Charles para explicar aquello que se niega a recordar.
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