“Gira en torno a cuatro mujeres que, una vez terminada la
baja maternal, lidian con los hijos y la vida profesional en la ciudad
contemporánea de Toronto. Las cuatro madres se apoyan, resisten e intentan no
juzgarse entre ellas cuando la vida las golpea y se tambalea. Kate, Anne,
Frankie y Jenny, así se llaman estas madres, van a pasar por diferentes y
complicadas situaciones desde una crisis de identidad hasta una depresión
posparto o un embarazado inesperado. Todos estos sucesos, ya sean buenos o
malos, las hacen pasar por diversos estados emocionales, que siempre enfrentan
con humor.”
A diferencia de
muchas otras series las cuáles me animé a ver por recomendaciones, mi impulso
para empezarla fue querer una nueva historia con capítulos de poca
duración y la sinopsis mostrada fue suficiente para animarme a ello.
Considero que esta
serie toma el tema de la maternidad, pero de un punto de vista diferente al
enfoque usual de la relación madre e hijo, con cuatro perspectivas
enfocadas en la faceta de las protagonistas como mujeres en su ingreso a este nuevo rol. Las cuáles tienen en
común el compartir la misma clase de estimulación temprana a la que asisten
constantemente y tienden a ser juzgadas por no presentar el perfil ideal de lo que es ser una madre.
Así tenemos a Kate,
madre primeriza que tras meses decide volver a su trabajo en el cuál ella desde
antes tenía un reconocimiento y prestigio logrado por su dedicación y enfoque.
Sin embargo, el ser madre y la nueva responsabilidad que esto implica logra que
por momentos en lo laboral sea juzgada por priorizar a su hijo y en
el ámbito familiar (con Nathan, su esposo) se la cuestione por querer tomar decisiones consideradas
egoístas aun cuando estas implican lograr el desarrollo laboral que estuvo
buscando por años. Por lo que a lo largo de los capítulos atraviesa el dilema
de tener que sacrificar una faceta o lograr encontrar un equilibrio en ambas.
La depresión
postparto también es un tema presentado, esta vez por el personaje de Frankie
la cuál nos lleva a conocer que esta enfermedad no solo se presenta con la
típica imagen de una madre que no desea conectar con su hijo, que anda aislada
y deprimida. Por el contrario nos lo muestra desde la perspectiva de una mujer
que es activa, que volvió a su trabajo; sin embargo, poco a poco empieza con
pequeños episodios que pueden ser tomados como un comportamiento de alguien con
un mal día hasta ir creciendo logrando que ella tome decisiones erradas como
vender la casa solo para tener algo en lo que enfocarse y tratar de olvidar lo
que le sucede. Logrando con todo ello que su relación con Giselle —quién adquiere el rol principal de madre, debido a la situación de Frankie— esté en la cuerda floja.
Jenny es el claro
ejemplo de que dar a luz a un hijo no te hace tener de manera automática ese
cariño, sino más bien ella cree que el adoptar este gran cambio en su vida, significa que deberá abandonar su propia identidad de mujer. Ella, a diferencia de las demás, presenta una pareja (Ian) que si bien tomó la responsabilidad casi total de críar al
bebé, omitía totalmente el escuchar las escasas veces que ella intentó hablar
de sus sentimientos, creando un vacío en la comunicación que dio inicio a pasos
en la dirección incorrecta por parte de ella, pensando que recuperaría su valor
como mujer, cuando en realidad nunca lo había perdido.
Anne es la única
del grupo que no es primeriza y su conflicto radica en que no es la imagen de
mujer maternal y cariñosa que muestra afecto a su hija mayor, cuestionándose si
ello le hace ser una mala madre aún cuando siente amor hacia ella solo que su
personalidad no es afectiva. Esta inseguridad crece cuando al
contratar una niñera, conecta rápidamente con su hija.
También, al quedar
embarazada por tercera vez (mientras su bebé nacida apenas tiene un par de
meses), presenta el conflicto más importante —a mi parecer— de esta historia,
debido a que toca un tema tabú: el aborto. Cuando este embarazo se complica y
la obliga a quedar postrada en una cama con descanso absoluto, además de ver
que un tercer hijo complicaría la situación familiar en muchos aspectos, es
donde la idea aparece en su mente.
El momento decisivo se muestra cuando va a una clínica abortiva legal
después de pensar mucho sobre ello, para comprobar por fin como se siente
realmente ante esta decisión y entra en crisis porque no se sintió fuera de
lugar ahí, no sintió que fuera incorrecto.
Solo llegado a ese punto donde acepta lo que realmente quiere, decide hablar de ello con su esposo Lionel, el cuál si bien presenta su postura de querer tener a un hijo, realmente escucha los motivos por los cuáles ella no desea tenerlo y ambos llegan a una decisión juntos, mostrando que hay temas que no pueden ser tomados como blancos o negros, sino que pueden estar en una zona gris.
Solo llegado a ese punto donde acepta lo que realmente quiere, decide hablar de ello con su esposo Lionel, el cuál si bien presenta su postura de querer tener a un hijo, realmente escucha los motivos por los cuáles ella no desea tenerlo y ambos llegan a una decisión juntos, mostrando que hay temas que no pueden ser tomados como blancos o negros, sino que pueden estar en una zona gris.
Por lo que a través
de 13 episodios las vemos afrontando su propia muralla, dándose cuenta del
resultado de sus propias acciones, aceptándolas como una enseñanza para mejorar
y entendiendo que no existe un molde para ser madre, incluso cuando el
mundo trata de indicar lo contrario.